Homilía del Domingo 15 de tiempo Ordinario
Evangelizar
Queridos hermanos y hermanas: En la educación universitaria de hoy se aconseja que los estudiantes vayan alternando la teoría y la práctica, de manera que lo que aprenden en el aula de clase y en los laboratorios lo puedan aplicar en el mundo real.
Pues bien, este modelo educativo que invita a aprender haciendo, fue utilizado por Jesús hace dos mil años.
El Evangelio de hoy nos dice que Jesús llamó a los Doce, los envió de dos en dos y les dio poder sobre los espíritus inmundos.
El evangelista San Marcos resume la tarea confiada a los doce apóstoles sus colaboradores más cercanos: Los discípulos se fueron a predicar el arrepentimiento. Expulsaban los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban.
En palabras de hoy, podríamos decir que la tarea asignada era, por una parte, invitar a un cambio de vida y, por otra parte, expresar solidaridad con las personas que sufren.
Al asumir la tarea de predicar el arrepentimiento o cambio de vida, los discípulos tienen la primera experiencia práctica como constructores de un orden nuevo. La buena noticia que anuncia Jesús no es un discurso teórico, sino que tiene la fuerza transformadora para construir una persona nueva, una familia mejor, una humanidad diferente.
Al asumir la tarea de expulsar a los demonios y curar a los enfermos, los discípulos inauguran un apostolado de solidaridad con las personas que sufren. En los dos mil años de historia de la Iglesia Católica, innumerables creyentes han consagrado sus vidas al servicio de los enfermos, de la niñez, de los jóvenes, de las adolescentes embarazadas, de los indigentes.
Los invito a que hagamos un cambio de roles: seamos, no ya lectores de un relato sucedido hace muchos siglos, sino que pasemos a ocupar el lugar de protagonistas.
En la Iglesia se siente hoy la necesidad de una nueva evangelización. Todos estamos llamados a evangelizar ¿En qué puede consistir esta nueva evangelización? ¿Dónde puede estar su novedad?
El relato de San Marcos deja claro que sólo Jesús es la fuente, el inspirador y el modelo de la acción evangelizadora de sus seguidores. Estos actuarán con su autoridad. No harán nada en nombre propio. Son enviados de Jesús. No se predicarán a sí mismos: sólo anunciarán su Evangelio. No tendrán otros intereses: sólo se dedicarán a abrir caminos al reino de Dios.
Por ello, el Papa Francisco en la Encíclica Evangelii Gaudium dice: quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría.
La única manera de impulsar una nueva evangelización es purificar e intensificar esta vinculación con Jesús. No habrá nueva evangelización si no hay nuevos evangelizadores, y no habrá nuevos evangelizadores si no hay un contacto más vivo con Jesús. Sin Él haremos todo menos introducir su Espíritu en el mundo.
Nosotros somos esos discípulos enviados por Jesús para que contribuyamos a la transformación de las personas y de las estructuras. Nos envía para que mejoremos las condiciones de vida de millones de hermanos nuestros agobiados por la violencia y por la pobreza.
Por ello dice el Papa San Juan Pablo II, de feliz memoria: Dejémonos tocar por la fuerza de Cristo. Pues quien ha encontrado verdaderamente a Cristo no puede tenerlo sólo para sí, debe anunciarlo.
O como diría el Papa Francisco: El cristiano está siempre dispuesto a anunciar el Evangelio, porque no puede guardar para sí mismo el gozo de conocer a Cristo. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos.
Jesús envía a sus discípulos a las aldeas y poblados. A nosotros nos envía a anunciar la buena noticia al grupo familiar, a los amigos, a los vecinos, a los compañeros de trabajo, a los compadres, a los colegios y universidades. No nos imaginemos destinados a lugares exóticos. El Señor nos pide que actuemos como sus enviados allí donde trascurre nuestra vida diaria.
Sin olvidar lo que dijo Pedro Finkler, psicoterapeuta y religioso: Lo esencial de la evangelización no es la predicación sino el testimonio de vida cristiana.
En este relato de la primera salida de campo o práctica pastoral supervisada que hacen los Doce, aparecen unas instrucciones muy particulares del Maestro.
Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinturón, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica. ¿Cuál es el sentido de estas instrucciones?
Más que una lista de objetos permitidos y prohibidos, lo que plantea Jesús es un criterio: debemos viajar por la vida ligeros de equipaje.
Lo importante no es poner en marcha nuevas actividades y estrategias, sino desprendernos de costumbres, estructuras y servidumbres que nos están impidiendo ser libres para contagiar lo esencial del Evangelio con verdad y sencillez.
Si miramos a nuestro alrededor: la habitación, el closet, nuestra casa o apartamento, la oficina, tenemos que reconocer que almacenamos infinidad de objetos que no usamos.
Valdría la pena que, como resultado de esta reflexión, hiciéramos una revisión de nuestro closet; si durante un año no hemos usado una prenda de vestir o unos zapatos, eso significa que no los necesitamos. No dudemos en dar esa ropa a personas que tienen verdadera necesidad.
Termino esta reflexión dominical diciéndoles que como mencionó San Juan Pablo II, de feliz memoria: La Iglesia necesita muchos y cualificados evangelizadores que, con nuevo ardor, renovado entusiasmo, desbordantes de fe y esperanza, hablen cada vez más de Jesucristo.
Además no olvidemos que el Evangelio de hoy nos ha trasmitido una interesante experiencia vivida por los doce apóstoles, que hacen su primera salida apostólica bajo la atenta supervisión de Jesús, el Maestro. Tomemos conciencia de que también nosotros somos enviados a anunciar los valores del Reino en nuestros ambientes y acojamos su invitación a viajar por la vida ligeros de equipaje. Así sea.