Homilía del Domingo 13 del Tiempo Ordinario
Dios quiere la vida
Queridos hermanos y hermanas: La liturgia de este domingo es un canto a la vida. Desde la primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, se transmite este mensaje de vida: Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera. Por ello, como dijo Hamilton, pintor británico: la vida es algo que vale más que el oro de todo el mundo.
El Evangelio de hoy nos narra el drama de dos contemporáneos de Jesús, agobiados por la desesperanza, a quienes éste devolvió la alegría.
El primer drama lo vive Jairo, uno de los jefes de la sinagoga, que contempla impotente cómo se va apagando la vida de su hija: Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva.
Muchos de los aquí presentes, que son padres y madres de familia, comprenden perfectamente la angustia de Jairo, porque ustedes han sufrido cuando sus hijos se han enfermado; y algunos, dolorosamente, también han enterrado a alguno de sus hijos.
Sin embargo, no olvidemos lo que dijo Bertolt Brecht, dramaturgo y político alemán: No le temas tanto a la muerte, sino más bien a la vida inadecuada.
El segundo drama lo vive una mujer sencilla, que desde hacía doce años padecía una hemorragia que no habían podido controlar los médicos.
Jesús, sensible ante el dolor humano, atiende las súplicas de estos dos personajes: la hija de Jairo regresa a la vida y la mujer es curada del flujo de sangre. Con estos hechos concretos, Jesús hace realidad lo que se afirmaba en la primera lectura: Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera.
No olvidemos que la curación es importante; pero no es lo último ni lo definitivo. El ser humano es mortal; pero lo más importante es que no muramos eternamente.
El evangelista San Marcos presenta a una mujer desconocida como modelo de fe. De ella podemos aprender cómo buscar a Jesús con fe, cómo llegar a un contacto sanador con Él y cómo encontrar en Él la fuerza para iniciar una vida nueva, llena de paz y salud.
A diferencia de Jairo, identificado como jefe de la sinagoga y hombre importante en Cafarnaúm, esta mujer es una desconocida. Sólo sabemos que padece una enfermedad secreta, flujo de sangre. En el trasfondo del relato se adivina un grave problema. La mujer sufre pérdidas de sangre: una enfermedad que la obliga a vivir en un estado de discriminación e impureza ritual. Las leyes religiosas le obligan a evitar el contacto con Jesús y, sin embargo, es precisamente ese contacto el que la podría curar.
Sufre mucho física y moralmente. Se ha gastado sus bienes buscando ayuda en los médicos, pero nadie la ha podido curar. Sin embargo, se resiste a vivir para siempre como una mujer enferma. Está sola. Nadie le ayuda a acercarse a Jesús, pero ella sabrá encontrarse con Él, porque sólo Jesús puede curarla.
Ella no espera pasivamente a que Jesús se le acerque y le imponga sus manos. Ella misma lo buscará. Irá superando todos los obstáculos. Hará todo lo que puede y sabe. Jesús comprenderá su deseo de una vida más sana. Ella confía plenamente en su fuerza sanadora.
La mujer no se contenta sólo con ver a Jesús de lejos. Busca un contacto más directo y personal. Actúa con determinación. No quiere molestar a nadie. Se acerca por detrás, entre la gente, y le toca el manto. En ese gesto delicado se concreta y expresa su confianza total en Jesús.
Por ello, cuando veo que alguna persona le pide con fe a Dios por su situación, cuando alguien, de rodillas se dirige a Dios, descubro la gran fe y la confianza que tiene puesta en el Señor.
Podemos darnos cuenta que en el pasaje evangélico, todo ha ocurrido en secreto, pero Jesús quiere que todos conozcan la fe grande de esta mujer. Cuando ella, asustada y temblorosa, confiesa lo que ha hecho, Jesús le dice: Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud. Esta mujer, con su capacidad para buscar y acoger la salvación que se nos ofrece en Jesús, es un modelo de fe para todos nosotros.
Si alguno tiene alguna enfermedad o dolencia, póngala hoy en las manos de Dios y pídale como la hemorroisa que lo sane.
Por otra parte, el relato que nos presenta a Jesús devolviendo la vida a la niña que todos creen muerta, nos ha revelado que Dios sólo quiere la vida del ser humano, incluso por encima de la muerte.
El libro de la Sabiduría contrasta con algunas escuelas de pensamiento impregnadas de pesimismo, que ven la existencia humana condenada a la aniquilación, pues interpretan la muerte biológica como punto final que nos lanza a un vacío de oscuridad y destrucción.
El evangelista San Marcos, nos dice que Jesús entró a donde estaba la niña, la tomó de la mano y le dijo: ¡Talitá, kum!, que significa ¡Óyeme, niña, levántate! La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar.
Esta niña, protagonista del milagro de Jesús, representa a millones de niños y jóvenes que, por diversas circunstancias, están como muertos, y necesitan escuchar una palabra de vida que los saque de la postración en que se encuentran.
Por ello dijo Séneca, Filósofo latino: El mayor de los males es salir del número de los vivos antes de morir.
Démosle esperanza a los niños y jóvenes que por diversas circunstancias están como muertos en vida. Tengamos para ellos palabras que los animen y los ayuden a salir a delante.
Como podemos darnos cuenta el corazón de Jesús era sensible a las necesidades de las personas que salían a escucharlo. Una vez eran las palabras conmovedoras salidas de lo más profundo del dolor humano, como en el caso de Jairo: Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva; otras veces percibe el gesto silencioso de una persona necesitada, como en el caso de la mujer enferma, de la cual nos habla San Marcos en el texto que hemos leído, ella oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada.
Termino esta reflexión dominical invitándolos a descubrir que Dios quiere la vida del ser humano y nuestro bien. Los invito a confiar en Él ante todas las dificultades que vivamos y a pedirle como Jairo y como la hemorroisa que nos conceda el don de la salud a nosotros o a los nuestros. Así sea.